El frío hiela mi tarde inanimada.
El tiempo en el reloj sólo se arrastra como reptil
con su veneno rastrero,
dejándome sólo minutos
y no momentos.
¡Quiero retroceder las manillas!
Que alguien me diga….¿por qué no puedo?
Prefiero agonizar antes que pensar
que ese «tú y yo» tan nuestro se está extinguiendo.
La luna extrañada
se ha asomado a preguntar por mí.
Nada tengo que decir.
No estoy...
Estoy ausente.
Hace días que estoy tentando al alma de vaciarse
y de simplemente esconderse
en un oscuro rincón
para dejarse transgredir
y lentamente fallecer por fin.
No estoy... porque soy vacío,
ánima insípida y fantasma
que pulula, que vaga
en medio de la nada.
Estoy ausente…
Hoy soy sólo matices claroscuros
que tu mirada obvia.
Soy oasis flotante que tu sed ignora
para no enceguecerse
y querer tu corazón de mi enternecerse;
desear tu carne conmigo saciarse.
El olvido me orilla hacia el abismo.
Desde el acantilado
todo es sombrío y gris.
Los párpados en un bostezo
ceden ante la sutil pesadumbre del sueño.
-¿O es simple y sólita tristeza
lo que hoy siento?-.
Si tus manos tiemblan
carentes de fuerza
para hacer valer tu amor por mí,
no me queda más...
que dejarme arrastrar al precipicio
y terminar de fenecer en tí... y por ti,
antes que tu silencio
me haga sin piedad..., sin regreso… morir.
Mayra Bevilacqua
Abril 1ero., 2012
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