... Y ese néctar que desliza
lentamente por tu cuello,
bajando
por la curvatura de tus pechos
hasta convertirse en flujo dulce
del fragor de tus senos.
A ese néctar
mi lengua lo ha probado
lo ha degustado
y por él ha soñado,
logrando palpar
cómo paso a paso,
gota a gota,
se derrama en mi lengua,
en mi gusto,
en mis labios.
Por ese néctar
descubro tu piel
y los pequeños bosquejos de tu niñez,
que en su sabor de miel y vainilla,
hidrata mi sequía.
La miel sigue bajando...
Se postra en tu vientre sacro.
Mis manos juguetean con tu abdomen,
mientras tu respiración se descompone.
Tu miel
Misericorde y dulce
no admite ni la luz de la luna
Ni el retumbe de otro hombre;
pues, la luz de tu sexo
Ilumina con gracia y fuerza
El camino a tu cielo.
Marco Aguirre
Diciembre 20, 2011.
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